Ascenso al Monte Perdido

Llevábamos meses con la reserva echa en Góriz, para evitar quedarnos sin plaza en este refugio, en el puente de Mayo, que tanto se masifica.

Al final resultó que Lara se había pegado un señor hostión con la bici el finde de antes (entrenando para los 101 Km de Ronda) y por lo tanto ni él, ni Rocío venían. Por otro lado, Yolanda que venía con su hermana… también se rajaron (estas sin escusa :x), así que nos quedamos Patri y yo solos.

La verdad es que lo que prometía ser un fín de semana entero en un refugio un grupito majo, se convirtió en otra escapada de nosotros dos. Nos entraron dudas de si ir o no, pero viendo que venía un fín de semana perfecto y que había descendido el nivel de riesgo de aludes (que llevaba todo el invierno alto), nos decidimos.

El viernes por la mañana sobre las XX h estábamos montados en el coche ya dirección a Ordesa. Teníamos que llegar no muy tarde ya que teníamos que subir a dormir al refugio.

La idea inicial era subir por las clavijas de Cotatuero y de ahí diréctamente al Góriz, que por lo que pude ver es una ruta prácticamente desconocida, pero el echo de habernos quedado los dos solos, y el riesgo aún importante de aludes, me hizo desestimarlo y subir por la ruta típica de las clavijas del Soaso.

Serían sobre las 12:30 h cuando llegamos al coche y poco después echamos a andar. Ni comimos ya que habíamos venido picando por el camino.

No mucho después, cuando llegamos a la primera de las cascadas, y tras haber calentado bien las piernas nos paramos a comer unos maravillosos bocadas de salchichón ibérico, cortesía del suegro :P)

Fue en ese punto donde ya me dí cuenta del gran error que había cometido ese fín de semana, y era el haberme llevado las botas plásticas. La otra vez que subimos al perdido había mucha nieve, y pensé que esta vez sería igual…. ERROR !! El resultado es que tras una hora andando, ya tenía los pies con ampollas, las cuales me acompañarían (y cuanto) todo el fín de semana.

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Eran las 14:30 cuando llegamos al circo del Soaso, en donde empezaban a aparecer varios tímidos neveros, muchos menos de los que le hubiesen gustado a mis pies y mis botas. La subida hasta el circo la habíamos echo a un ritmo muy bueno y no habíamos parado de pasar gente. Era increíble la cantidad de personas que había.

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Un ratito más y nos plantamos en Cola de Caballo, la cual si que era un hervidero de gente. Es increible la gente que se moviliza a sitios no muy accesibles como este cuando hace buen tiempo.

No paramos ni ha beber agua. Según llegamos enfilamos la cuesta que sale desde cola de caballo y que nos dejaría a los pies de las clavijas del Soaso, en donde había bastante gente subiendo mientras nos acercábamos. Mientras veíamos como un grupo de 25 personas tomaban el camino que sube por la derecha, esquivando las clavijas.

Tras terminar de subir las clavijas nos agrupamos con esa procesión de gente que había subido por la senda alternativa, a los cuales les habíamos ganado bastante tiempo, y ahora nos habíamos juntado. Desde ahí ya nos quedaba el último trozo hasta el refugio.

Sobre las 16:30 llegamos al refugio de Góriz, bastante cansadillos y con buenas ganas de sentarnos. Habíamos subido en poco más de 4 horas y media, parando a comer un buen bocata y todo. Era una más que buena marca.

Una vez allí, seguimos el ritual de el resto de gente de ponernos ropa seca y poner los calcetines a secar :p

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A la hora de la cena nos juntamos en la mesa con unos profesores de instituto alicantinos, los cuales también tenían pensado subir al Perdido al día siguiente.

Allí en el refugio oímos como del grupo de los 25 que subieron con nosotros, se separaron en cierto momento, y no se muy bien porque, un muchacho, el cual era la primera vez que hacía cualquier tipo de marcha en nieve, se quedo separado del grupo (parece que un pequeño alud). Tras separarse, parece ser que tanto su novia, como el resto del grupo siguieron adelante y allí estaban, esperándole en el refugio entre cervezas.
Ya bien entrada la noche llego el mucho envuelto en un mar de lágrimas ya que llevaba unas horas perdido en mitad de la noche. El pobre se fué a llorar a la cama y dijo que en cuanto amaneciese se iba para el coche.
No se si sería así realmente la historia o nos nos enteramos bien, pero de ser así… en fín, un diez en compañerísmo para el grupo y para su novia… pues eso.

Tras una suculenta cena, aunque no muy exquisita que digamos, nos tomamos un cafecito con leche para entrar en calor y nos fuimos para la cama. Los alicantinos (lo siento si leen esto pero no me acuerdo de los nombres), se iban a levantar muy pronto ya que iban lentitos. Nosotros nos levantaríamos más tarde ya que confiabamos en llevar buen ritmo, viendo como habíamos subido al refugio.

Debido a que nos habíamos acostado pronto, nos levantamos de los primeros, sobre las 5:30 de la mañana. A las 6 y poco estábamos en marcha, con las primeras luces del día. Los alicantinos ya nos debían de sacar un buen trozo.

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Delante nuestra llevabamos un grupo de unas 4-5 personas y justo detrás nuestra venían otros dos. Subimos más o menos juntos todos, los que llevabamos delante nos iban dejando levemente atrás, y nosotros hacíamos lo mismo con los que nos seguían.

El día terminaba de amanecer, sin una sola nube, y presentándonos un día perfecto, si no fuese por un poco de viento que se preveía en las cumbres.

Cuando llegamos al lago helado y empezamos a enfilar la escupidera pudimos comprobar como había gente a punto de hacer cima ya, y otras muchas personas en plena ascensión de esta peligrosa y empinada canal. Habían pasado dos horas desde que salimos del refugio.

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La subida fue dura pero considero que fuímos progresando a buen ritmo. No muy rápidos pero sin parar prácticamente. Media hora después de pasar el lago helado, sobre las 9 de la mañana, empezábamos a subir lo que es realmente la escupidera, la última pala que nos quedaba para hacer cima.
En ese punto era más evidente que había viento del norte ya que de vez en cuando venían rachas que nos tiraban un manto de nieve encíma, y nos obligaba a parar y agachar la vista ya que no se veía nada.

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Una vez superada esta última pala, y solo quedándonos una leve subida de unos 20 metros, nos encontrámos con los alicantínos que estaban ya de vuelta. Tras un leve esfuerzo más, llegamos a la cima, con unas maravillosas vistas, eso si, con viento. Eran las 10 de la mañana y habíamos tardado menos de 4 horas en subir desde el refugio.

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Tras unas pocas fotos nos dimos la vuelta, ya que era un poco incómodo el viento, y comenzamos el descenso, que ya empezaba a apretar el sol y la nieve se estaba empezando a poner demasiado blanda.

De nuevo en el lago helado, sobre las 10:45 vimos como había gente que empezaba a afrontar la escupidera, ya peligrosa por su nieve muy blanda.

Un hora más tarde llegábamos al refugio, en donde pagamos, recogimos todas las cosas que habíamos dejado para aligerar peso y seguimos el descenso, ya que vimos que era pronto y nos daba tiempo de sobra a llegar a Madrid en el día.

Serían cerca de las 17:00 cuando llegamos por fín al coche. Patri llevaba las rodillas destrozadas, después de 2.000 metros de descenso del tirón, y yo llevaba los pies completamente llenos de ampollas, por mi desafortunada elección de botas.

Yo al coche llegué medio cogeando y no os podéis imaginar las ampollas que tenía en las almohadillas del os pies, ufff, que dolor.

En el coche, fuímos al bar que hay en la pradera y nos metimos un señor bocata, que nos lo habíamos merecido. Tras eso, caminito de Madrid para poder tener todo el domingo para descansar.

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